Ang Lee encuentra una nueva religión en el cine digital

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La conversión de Ang Lee comenzó con “Life of Pi” (“Una aventura extraordinaria”).

Era la primera película del director en 3D, y sudó de ansiedad por la implementación de la tecnología y el tortuoso proceso de adaptar el fantasioso libro alegórico de Yann Martel que transcurre principalmente en una balsa con un tigre de Bengala de más de 200 kilos (450 libras).

Sin embargo, Lee estaba emocionado de desafiarse, como él lo llama, con una nueva dimensión. Pero una prueba inicial con una niña india bailando fue decepcionante.

“Me di cuenta de que no podía ver nada. No podía ver su expresión. Había tanto ruido. Pensé que algo andaba mal con la cámara”, recuerda Lee. “Me puse muy nervioso, pero no podía retractarme. Así comenzó mi recorrido”.

Ese recorrido se ha convertido en uno de giros más inesperados y drásticos para un cineasta tan valorado como Lee. El director siempre ha estado en movimiento, saltando de su natal Taiwán (“The Wedding Banquet”, o “El banquete de boda”) a la Inglaterra de Jane Austen (“Sense and Sensibility”, o “Sensatez y sentimientos”) al Connecticut de Rick Moody (“The Ice Storm”, “La tormenta de hielo”) o la wuxia china (“Crouching Tiger, Hidden Dragon”, “El tigre y el dragón”) y las montañas de Wyoming (“Brokeback Mountain”, “Secreto en la montaña”). Pero “Life of Pi” representó una nueva cruzada.

Desde ese filme de 2012, un éxito global que recaudó 609 millones de dólares en la taquilla, Lee se ha dedicado a descubrir lo que llama la estética del 3D y el cine digital. Esas tecnologías, cree él, no son nuevas iteraciones menores del arte del cine sino toda una nueva técnica. A sus 64 años, Lee se ha reinventado por completo como cineasta. Ni siquiera está seguro de que ese término, “cineasta”, siga siendo el adecuado.

“Hay muchas cosas que nunca preguntamos. ¿Por qué 24 fotogramas? ¿De dónde sale ese número? Yo empecé a cuestionar mi fe, la religión que tengo, que es el cine”, dice Lee. “Pasé por muchas crisis mentales”.

Este fin de semana Lee estrena el más reciente resultado de su nueva fe, “Gemini Man” (“Proyecto Géminis”). La cinta es protagonizada por Will Smith como un asesino del gobierno que descubre que su antiguo mentor lo clonó. Smith es perseguido por una versión más joven de sí mismo (un personaje digital creado con captura de movimiento). Como en relato previo sobre un veterano de guerra de la Guerra de Irak, “Billy Lynn’s Long Halftime Walk” (“Billy Lynn”), ″Gemini Man” se hizo con a 120 fotogramas por segundo y en 3D.

Y como con “Billy Lynn”, la respuesta de la crítica ha sido brutal. Algunos han criticado la trama poco inspiradora de la cinta, pero la contienda primordial es con la alta frecuencia de fotogramas, o HFR. Lee no es el único en impulsar el formato. Sus camaradas incluyen a Peter Jackson y James Cameron, ambos directores más asociados que Lee con la tecnología.

Pero el escepticismo es penetrante, incluso entre los estudios que lo han apoyado. Sólo un pequeño número de cines proyectarán “Gemini Man” a 120 fotogramas por segundo. En Estados Unidos, se presentará de este modo apenas en 14 cines, y no en la alta definición de 4K en la que se hizo.

Lee, sin embargo, se mantiene como un converso apasionado.

“Cuando estaba probando ‘Billy Lynn’, cuando vi los 120 fotogramas, deseé tener 20 años menos. Pude anticipar lo que vendría, de inmediato, en medio segundo”, dijo Lee. “Heme aquí en el tercer acto de mi carrera y acabo de encontrar algo que quiero aprender y cambiar. Eso requiere de mucho vigor”.

En “Gemini Man”, Lee se ha esforzado por recalibrar la producción entera — iluminación, diseño de producción, actuaciones — para que encaje con la claridad de las imágenes increíblemente nítidas que ofrece el HFR. El resultado es radical — no hay nada que luzca como “Gemini Man” — y hay destellos ocasionales de sus beneficios potenciales. Uno puede ver a Lee jugando con la profundidad de campo y la perspectiva. Las actuaciones podrán parecer más desabridas, pero tienen una intimidad que atrapa. Las escenas de acción son increíblemente detalladas. Hay imágenes de un esplendor cristalino.

Pero la cinta también tiene un vacío ubicuo y aún está por verse si su hiperrealismo es parte del futuro del séptimo arte o si inherentemente no concuerda con eso que llamamos la magia del cine. Ver una película a esa velocidad es como ver que el emperador no tiene ropa.

Lee no está clamando victoria. Sabe que está tratando de construir un nuevo lenguaje fílmico para ojos que no están acostumbrados a su lucidez.

“Es un camino largo”, dice. “Siento que apenas arañé la superficie”.

“Gemini Man” llega justo antes de otra recreación digital por un cineasta neoyorquino: “The Irishman” (“El irlandés”) de Martin Scorsese. Los efectos usados para crear a un Will Smith más joven no son los mismos que se usaron para Robert De Niro y Al Pacino, pero Lee tiene curiosidad de comparar apuntes con Scorsese.

Ambos forman parte de la junta directiva de Film Foundation, una organización sin ánimo de lucro dedicada a la preservación del cine.

“Le daré una llamada muy pronto. Tú me muestras la tuya, y yo te muestro la mía”, dijo Lee riendo. “Yo lo venero. Usamos el mismo equipo de sonidistas. A veces oíamos un poco de lo que pasaba en el otro plató. Estoy ansioso de hablar con él para ver cómo la experiencia difiere y qué podemos aprender uno del otro”.

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