Biometría ética y sostenible será el camino hacia un mundo mejor

Los pagos con tarjeta, el contactless y el mobile se posicionan cómo los métodos más seguros al comprar. La biometría ha contribuido a generar esta sensación de seguridad entre los consumidores.
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Tecnología e innovación sirven para hacer el día a día de las personas más fácil y, en momentos como los que estamos viviendo en todo el mundo, para protegernos. Y la biometría es, sin duda, un claro ejemplo, partiendo siempre de la base ética de un uso consentido por parte del usuario. Aunque hay mucho más que nos puede aportar la tecnología para contribuir a mejorar la sociedad en la que vivimos.

El planeta sigue viviendo el gran problema del cambio climático, cuyo tratamiento es igualmente urgente y cuyas consecuencias están siendo también devastadoras. En este sentido, la innovación y la tecnología son dos poderosas herramientas a la hora de buscar soluciones que mitiguen el impacto que la acción del ser humano está ejerciendo sobre nuestro hogar común, la Tierra.

Desde FacePhi estamos completamente convencidos de que precisamente la biometría es una de esas tecnologías en continua evolución que puede contribuir a mejorar la situación actual. Pero ¿cómo puede ayudarnos a tener de nuevo un planeta más verde?

Lo cierto es que la biometría es verde en sí misma. Su utilización evita generar tarjetas bancarias, tarjetas sanitarias, etc., y a pesar de que necesitamos terminales (ordenadores, móviles, cajeros automáticos…) para dar servicio, también es verdad que todos ellos ya tienen otros usos.

Según el Banco de España, solo en este país hay 86,2 millones de tarjetas bancarias en circulación, entre crédito y débito. Cada tarjeta pesa aproximadamente 5 gramos, por lo que, haciendo un cálculo rápido esto supone unas 431 toneladas, que tienen fecha de caducidad y tienen que reemplazarse cada cierto tiempo, lo que supone aún más plástico. Todo este consumo podría evitarse si se sustituyeran por tecnología de onboarding digital o de autenticación biométrica. De hecho, ya son muchas las entidades bancarias que tanto por temas de seguridad como de sostenibilidad están apostando por estos sistemas en todo el mundo.

Si extrapolamos las tarjetas bancarias a todas las tarjetas de plástico que nos sirven de llave de acceso a servicios, seguros médicos, fidelización, incluso a nuestro mismo hogar y, además, no nos quedamos en España, sino que haciendo un ejercicio de abstracción nos planteamos cuál sería el ahorro a nivel mundial, queda demostrado que somos evidentemente una tecnología verde.

El pago directo en el retail, el check-in en los hoteles o la contratación de un coche de alquiler son otros ejemplos de cómo esta tecnología puede reducir la utilización de materias primas como el papel, que también generan un impacto medioambiental que podría evitarse.

Además, la biometría también contribuye a evitar desplazamientos innecesarios para acceder a los servicios de las diferentes entidades. Visto desde la óptica de una gran ciudad, en España puede parecer que este hecho no tenga un gran impacto en el medio ambiente, pero pensemos en la posibilidad que abre en la llamada España Vaciada, donde el acceso a las entidades bancarias es limitado. Esta tecnología permite que la mayoría de los trámites, cobros, pagos o transferencias con el banco puedan hacerse a través de nuestros terminales móviles con incluso más seguridad y sin necesidad de desplazarse hasta la sucursal más próxima, tal vez a varias decenas de kilómetros.

Muchas veces esta dimensión verde del uso de la biometría se une a una dimensión social. A través de estas herramientas se ha hecho posible dar fe de vida para que los jubilados argentinos puedan cobrar su pensión sin necesidad de presentarse todos los meses en el banco o pedir un microcrédito para sacar adelante un proyecto emprendedor.

La constante investigación, la innovación sin tregua de las empresas que nos dedicamos a esta tecnología nos permiten seguir haciendo realidad nuevas ideas y nuevos retos.

Pero eso sí, además de sostenible, la biometría es ética, porque no la concebimos de otra manera. Los usuarios deben estar correctamente informados y dar su consentimiento para utilizarla, además de aportarles valor añadido. Y tiene que ser inclusiva, sin dejarse a nadie atrás por razones de sexo, etnia, ideología o lugar de nacimiento. Solo con esta visión podemos hablar de una tecnología realmente verde y ética, porque disfrutar de un planeta sano es un derecho de todos, y cuidarlo también es una obligación de todos.

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