Chris Ware condensa 16 años de trabajo en Rusty Brown

El artista de Nebraska se consagra como referente de la novela gráfica experimental con un trabajo al que dedicó 16 años.
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En 2019, Chris Ware publicó una obra que condensaba cerca de 16 años de trabajo en 360 páginas maravillosamente ejecutadas, y donde se dejaba traslucir el genio de una mente aguda, observadora e imaginativa, que responde al nombre de Rusty Brown. La narración se estructura en cuatro actos en los que el foco va pasando de un personaje a otro, con saltos temporales que solo pueden ser cohesionados de la manera en la que este autor de Nebraska lo hace dentro de un formato como el cómic. Aunque la gestión de los encuadres no puede ocultar claras influencias del medio cinematográfico, la composición del tiempo, de los juegos tipográficos del discurso y de una estructura caleidoscópica que incita a detenerse en los detalles para perderse en el discurrir de la acción y la identidad de cada uno de los personajes no podrían existir fuera del noveno arte. Para muchos, el mejor cómic de 2019.

La vida en viñetas

Chris Ware no duda en exigir esfuerzo al lector, obliga a analizar cada viñeta de Rusty Brown, a volver atrás para repasar el desarrollo de lo leído de cara a reinterpretar cada página y ubicarla en el todo que supone la obra para tratar de seguir el ritmo de su propuesta dentro de un enrevesado trenzado de relaciones, como en esos juegos de poker donde se apuesta por el resultado sin intervenir en la partida, pero que igualmente obligan a analizar cada detalle previo para comprender la deriva de la mano en cada momento.

La historia comienza en su Omaha natal, en Nebraska, en un nevado día de 1975. El personaje que da nombre a la obra, un escolar rechoncho y algo atolondrado, nos hace partícipes del proceso de autodescubrimiento de sus superpoderes antes de ofrecerse como elemento conductor para que nos vayamos familiarizando con su realidad consuetudinaria. Después cede la voz a su padre, al que conocemos como un profesor en plena crisis existencial, pero con el que viajaremos a su paso a la edad adulta para perdernos en sus primeras relaciones sentimentales y sus deseos de convertirse en un escritor de novelas de ciencia ficción.

Después, no alejamos de la familia Brown para conocer la vida de uno de los abusones de la escuela, Jordan Lint, en un sentido literal. Estaremos allí para asistir a sus primeros momentos de vida y al último de sus estertores. Por último, conoceremos la dramática historia de un personaje que hasta el momento se había presentado como anodino e insustancial, Joanne Cole, para perdernos entre la crítica social a décadas de conservadurismos americano y una historia personal tan desoladora en su desarrollo como emocional y esperanzadora en su desenlace.

¿Cómo se convierte el tiempo en un fluido?

En todos los actos, Ware muestra a seres humanos en conflicto con el transcurso del tiempo, desde la intensidad en cada instante de Rusty a la crisis existencial de su padre; del análisis psicosocial de Jordan a los espacios de evasión de Joanna. La vida transcurre de forma inexorable y lo que hoy es un instante que parece eterno se convierte mañana en el resumen de una vida que se escurre entre los dedos del remordimiento y la culpa. La felicidad es un espacio que hay que conquistar sin recetas.

La voluntad del autor por explotar los recursos que le ofrece el medio alcanza límites obsesivos. Cada viñeta, y en algunas páginas llega a encontrar espacio para 177 de ellas, se pone al servicio de la mirada del lector para acercarle a sus personajes y el mundo que los rodea, desde copos de nieve a la soledad del último viaje. En su faceta como narrador encontramos reminiscencias de Joyce, Hopper o Lichtenstein. Lo limpio de su trazo no consigue disimular una complejidad abrumadora

Y es que Ware considera que la mirada sobre el mundo de un autor de comics debe trascender el estilo visual de su obra, ya que la sencillez visual no está reñida con la profundidad del discursoPhilip K. Dick, autor de clásicos como Desafío Total, hablaba del concepto de tiempo ortogonal, en el que la causalidad entre acontecimientos simultáneos, pasados y futuros se puede dar en todas direcciones, y Rusty Brown puede que sea la más elegante traslación al papel de este grueso concepto.

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