‘El misterio de Soho’ es una película visualmente deliciosa que lo mismo hiela la sangre que invita a soñar
El común denominador de las seis películas del director británico Edgar Wright, es siempre, como ADN, el entusiasmo (por no decir obsesión) con los temas que abordan, aún si no tienen realmente nada qué ver una con otra.
La más reciente, ‘El misterio de Soho’ (‘Last Night in Soho’) sigue a la formidable ‘Baby Driver‘ en lo que parece ser una nueva secuencia de cintas (como su famosa ‘Trilogía Cornetto’), que mezclan elementos temáticos de diversos géneros y toman sus títulos de canciones pop. Donde su película de 2017 era su manera de narrar una mezcla de comedia romántica con las cintas de acción y mafia, y tomaba su título de una canción de Simon & Garfunkel, esta es una mirada nostálgica y escalofriante al Londres de los 60 (conocido popularmente como ‘Swinging London‘) que combina el terror, el suspenso y el musical, y recibe su título de un tema de la época, interpretado por Dave Dee en 1965.
Thomasin McKenzie, quien deslumbró en ‘Leave No Trace’, de Debra Granik, es la joven y vulnerable Eloise “Ellie” Turner, una estudiante de moda obsesionada con los sesenta y que tiene el don de la percepción extrasensorial: puede ver cosas que los demás no (como en ‘El sexto sentido’).
Becada para estudiar en el London College of Fashion, Ellie se siente incómoda entre sus compañeros de residencia, por lo que renta una habitación en la casa de la enigmática Miss Collins (la legendaria Diana Rigg en su última actuación realizada antes de morir), en el distrito de Fitzrovia, en el norte de Londres, y una vez que se instala, al soñar cada noche es transportada al pasado de la capital británica, donde sigue de cerca las circunstancias que rodean la vida de la chic y manipuladora aspirante a cantante Sandie (Anya Taylor-Joy), a la que siente profundamente cercana.
Es en estos sueños, que comienzan casi inofensivos y se van tornando cada vez más violentos y siniestros, Ellie se convierte en Sandie, por lo que empieza a dudar de lo que ve: ¿es la jovencita rubia que se le aparece en los espejos un producto de su imaginación febril? ¿Es una pesadilla, o de alguna manera ha establecido una conexión genuina que le abre un umbral en el tiempo?
Este planteamiento en el guión co-escrito por Wright y Krysty Wilson-Cairns (nominada al Oscar por ‘1917’), resulta a veces demasiado ambiguo y abrumador y por momentos lo mismo podría decirse de la película. Algunos espectadores pueden sentirse aturdidos por la vertiginosa tormenta de temas, referencias e imágenes entrelazados que aparecen en la pantalla, sobre todo si no son muy aficionados a esa época, con la que claramente está obsesionado el director.
Sin embargo, cualquiera que comparta el entusiasmo frenético de Wright por este entorno se emocionará con la pura euforia de los primeros flashbacks de Ellie que nos transportan al Piccadilly Circus de 1965 en todo su esplendor (algo similar a lo que consiguió hacer visualmente en algunos momentos clave de ‘Roma’ Alfonso Cuarón).
La música, como en toda la obra de Wright, es un personaje y aquí la banda sonora está exquisitamente armada con temas que se reconocen casi de inmediato para todo aquél que fuera fan de la ‘Invasión Británica’; así hay temas de Dusty Springfield, Cilla Black, Peter and Gordon, The Who y otros exponentes de esa era.
Ahora bien, hay un gran, gran momento en el que Anya Taylor-Joy canta a capella una versión del memorable hit de Petula Clark ‘Downtown’ y este es uno de esos detalles en las películas que atrapan al espectador y no lo dejan, se vuelven prácticamente icónicos y en este caso, su interpretación es tan inquietante como evocadora.
Como una hermosa melodía que se desvanece casi imperceptiblemente antes de descender a gritos de terror, ‘El misterio de Soho’ no tiene problemas para mezclar los géneros, así pues el cinéfilo de cepa encontrará un filme salpicado con guiños y referencias, que van de James Bond a ‘Suspiria’ y otros elementos clásicos del giallo italiano, e incluso del más puro estilo surrealista de David Lynch en ‘Mulholland Drive’.
Wright no siempre consigue que sus referencias sean contundentes o efectivas, pero las presenta con tanto estilo, que llega un momento en que si el guión se desinfla, las imágenes en la pantalla y el diseño de arte y vestuario salvan la atención cuando la lógica sale por la ventana.
Aquí Wright prefiere crear una atmósfera que ceñirse a reglas de lógica. Así pues, hay sueños dentro de los sueños y vueltas de tuerca inexplicables, que, si no se gusta del ámbito en que se desarrolla la historia, pueden resultar frustrantes o confusas. En casos así, es mejor no tratar de hacer un análisis excesivamente coherente de la trama o de las tomas. Algunos críticos se han referido a esta película (y no sin sorna) como ‘Polanski lite‘, debido a las alusiones oblicuas (o a veces directas) a la célebre ‘trilogía de los apartamentos’ del polémico director polaco-francés, que consiste de ‘El Inquilino’, ‘El Bebé de Rosemary’ y sobre todo ‘Repulsión’, con Catherine Deneuve, siendo ésta la película que proyecta la sombra más larga.
Sin embargo, a pesar de todos sus puntos de referencia tan dispersos y para algunos hasta frustrantes, ‘El misterio de Soho’ es eficiente, suntuosa, visualmente deliciosa y se deja ver como la película más personal de Wright: se nota cuánto ama el material, y si encuentra al espectador adecuado para contagiarle esa fiebre que tiene, entonces su filme es un éxito, digan lo que digan los demás.
Con información de la Agencia ‘EFE’.