La denostada secuela de ‘Karate Kid’con Hilary Swank
El éxito imparable de Cobra Kai ha devuelto a la actualidad una de las sagas más queridas de los 80, Karate Kid. Con la serie de Netflix jugando muy bien la baza de la nostalgia para triunfar entre el público, la historia de Daniel LaRusso y Johnny Lawrence ha resultado tener más cuerda de lo que jamás creímos, renovando y actualizando una icónica franquicia del pasado, sobre todo para los adultos nostálgicos de aquella época, pero también para las nuevas generaciones.
Con Cobra Kai en los primeros puestos de lo más visto de Netflix, no queda otra que volver a mirar atrás para recordar las míticas películas que dieron paso a la serie. Y eso es justo lo que he hecho en estos días, revisitar la saga para ponerme (al fin) a ver la serie. Pues bien, haciéndolo me llevé una sorpresa muy grata al descubrir que la denostada cuarta parte, El nuevo Karate Kid -la entrega protagonizada por Hilary Swank-, era mucho mejor de lo que esperaba. Por eso decidí romper esta lanza en su favor.
Estas son mis impresiones sobre la saga y las razones por las que de ahora en adelante defenderé El nuevo Karate Kid, una secuela cuya mala fama no le hace justicia.
Llevo varios años proponiéndomelo, pero nunca encontraba el momento. Dedicándome a esto del periodismo de entretenimiento, mi deber es estar al tanto de las series de las que más se habla. Pero con Cobra Kai se puede decir que el barco zarpó sin mí y no hice por tirarme al agua a nadar para alcanzarlo. Ahora, con la tercera temporada recién estrenada en Netflix, he decidido que ya era hora de ponerme al día y apuntarme al fenómeno Cobra Kai. Pero antes por supuesto tenía que hacer los deberes y refrescar la saga Karate Kid. Y eso es justo lo que he hecho.
A pesar de ser un niño de los 80/90, Karate Kid nunca fue una de mis películas favoritas cuando era pequeño. El cine deportivo no era lo mío y mis gustos se inclinaban más hacia la aventura y la fantasía (Los Goonies, Dentro del Laberinto, La historia interminable, Gremlins…). Karate Kid no estaba entre mis cintas de VHS más gastadas, aunque estaba perfectamente familiarizado con ella.
Cómo no estarlo. La primera película de 1984, dirigida por John G. Avildsen, fue un enorme éxito de taquilla y caló muy hondo en la cultura popular alrededor del mundo. “Dar cera, pulir cera”, la patada de la grulla o la caza de moscas con palillos son momentos que están grabados a fuego en la memoria colectiva y han sido homenajeados y parodiados en numerosas ocasiones. Es decir, seas o no fan de las películas, es más que posible que Karate Kid haya formado parte de tu vida cultural.
Tomando prestado el esquema de películas de competición y drama de superación como Rocky, Karate Kid rejuvenecía el cine deportivo y le daba un toque juvenil y algo más ligero con la historia de Daniel LaRusso (Ralph Macchio), un adolescente inadaptado y víctima de acoso escolar que aprende artes marciales guiado por un maestro del karate, el señor Miyagi, icónico e involvidable personaje donde los haya, interpretado por la leyenda Pat Morita.
La historia era de lo más simple, pero quizá ahí radica el secreto de su éxito, en su sencillez y falta de pretensiones. Eso es lo que sentí viendo la película por primera vez después de muchos años. Karate Kid es un clásico del cine, pero viéndola en 2020 y sin haber formado parte esencial de mi infancia y crecimiento, partía en desventaja conmigo. Reconozco que en mi revisionado no sentí esa magia necesaria para considerarla un redescubrimiento, pero aun así, puedo entender por qué es una película tan querida. La clave, sin duda, está en la preciosa amistad que se establece entre Daniel-san y el señor Miyagi, y que muy acertadamente es el motor principal de la película original y las siguientes entregas.
Continuando con mi maratón, me adentré en la segunda parte, Karate Kid II (La historia continúa), estrenada en 1986. Aunque no está tan bien valorada como la primera, la secuela consigue reproducir lo que hacía especial a la original, repitiendo ingredientes pero innovando con su localización y con una historia más dramática. En ella, Daniel acompaña al señor Miyagi en un viaje a su Okinawa natal, donde el mentor visita a su padre enfermo, reaviva una llama romántica y se enfrenta a un enemigo del pasado. Además, el joven protagonista también encuentra el amor con una chica japonesa llamada Kumiko; aunque como le ocurre en todas las películas, su relación no durará hasta la siguiente. Karate Kid II se me hizo excesivamente larga y pese a sus pinceladas de novedad, en el fondo también cuenta con muchos elementos reciclados para intentar repetir el éxito de su predecesora (algo que consiguió con creces, por cierto, superando su taquilla en $25 millones (€20 millones sin contar inflación; The Numbers). Aun así, la película muestra el crecimiento de Macchio como actor, una mayor sofisticación en la dirección y la puesta en escena y más riqueza temática y dramática. Para muchos es una película infravalorada y, de nuevo, lo mejor de ella es la amistad entre Daniel y Miyagi, pero yo estoy seguro de que no tardaré en olvidarla.
De Karate Kid III: El desafío final (1989) solo había oído cosas negativas. Cuando la empecé, recuerdo que pensé “Pues esto no está tan mal”. Sí, es más de lo mismo, pero tiene encanto y humor, hay más acción pero a la vez también se profundiza más en las relaciones humanas y la incorporación de Robyn Lively como Jessica, el nuevo interés amoroso de Daniel, es un acierto. Miyagi está más adorable que nunca, Daniel y Jessica tienen mucha química y la trama, aunque sea repetitiva y extrañamente dedique demasiado tiempo a los bonsáis, funciona. Karate Kid III está bien… hasta que de repente deja de estarlo. En su segunda hora, la historia descarrila estrepitosamente y se acaba estrellando. Jessica básicamente desaparece, haciendo que sus escenas no tengan propósito, el argumento es inconexo y el desenlace abrupto, con un enfrentamiento final anticlimático y ausencia total de conclusión a la historia. La fórmula se había agotado y no es de extrañar que Karate Kid III sea la entrega peor valorada de la trilogía original por público y crítica. Y no solo eso, sino que además fue un estrepitoso fracaso de taquilla con solo $38 de recaudación total (€31 millones; The Numbers).
Y así llegamos a El nuevo Karate Kid (gracias por la paciencia, querido lector), que vio la luz cinco años después, en 1994, con nuevo director, Christopher Cain, y sin Ralph Macchio. Cuando expresé mi intención de revisar la saga para apuntarme al fandom de Cobra Kai, me dijeron que la cuarta me la podría ahorrar. Pero me alegro de haber seguido mi espíritu completista y no haber hecho caso a este consejo.
Tras el fracaso de la tercera parte, la saga tomó una nueva dirección al introducirse en los 90 con un nuevo discípulo para el señor Miyagi, en este caso una chica adolescente, un cambio sorprendente que la audiencia no terminó de encajar. Hilary Swank interpreta al relevo de Daniel, Julie, una estudiante rebelde e irascible que también sufre bullying por parte de sus compañeros del instituto y aprende a conquistar sus miedos y crecer como persona gracias a las lecciones de karate de su nuevo mentor (y canguro), el señor Miyagi, figura que funciona como pegamento de esta cuarta película con las anteriores.
A grandes rasgos, El nuevo Karate Kid es básicamente un remake encubierto de la primera película, solo que con protagonista femenina. Es fácil entender por qué los fans no la respaldaron, pero viéndola en 2021, me ha llamado la atención comprobar que no es tan mala como dicen y como esperaba. De hecho, y quizá esto pueda resultar polémico para los más puristas de la saga, me parece mejor que la tercera parte y casi a la altura de la segunda (*se esconde debajo de la mesa por miedo a las represalias*).
Sí, El nuevo Karate Kid sigue exprimiendo la fórmula utilizando las mismas herramientas que las anteriores, cayendo de nuevo en la repetición y obligando a que uno se plantee si era necesaria. Pero a la vez, el personaje de Hilary Swank aporta mucha frescura a la franquicia, haciendo que el film sea algo así como una relectura de la original desde un punto de vista diferente. Si la película vuelve a funcionar es una vez más gracias a la bonita amistad que se desarrolla entre el señor Miyagi y su estudiante, que aquí más que nunca adquiere un cariz paterno-filial. Ver cómo Julie-san se va ablandando y va cogiendo cariño a su sensei es lo que hace que conectar con El nuevo Karate Kid sea fácil y que, a cambio, la película nos recompense con momentos verdaderamente emotivos. Además de otros muy divertidos, entre ellos los protagonizados por la pandilla de monjes del monasterio (llamadme simple, pero a mí me hacen mucha gracia).
Morita por su parte está mejor que nunca. Si en las anteriores películas Miyagi nos conquistó con su sabiduría, pacifismo y sensibilidad, sus lecciones vitales, su destreza y su sentido del humor, en esta, el querido actor californiano de origen japonés repite todo esto y además añade más dimensión dramática al personaje, con notas de emoción en su rostro y mirada que no habíamos visto hasta ese momento. Emoción que se multiplica compartiendo escena con Hilary Swank en el papel que arrancó su carrera, pasando de promesa juvenil del cine a ganar dos Oscar unos años más tarde. Ya desde ese momento saltaba a la vista el gran talento y potencial de la actriz de Boys Don’t Cry y Million Dollar Baby.
Aunque al principio Julie resulta irritante (qué adolescente rebelde del cine de los 80/90 no lo es), se va ganando nuestro favor a medida que va creciendo y madurando a lo largo del film. Swank fue todo un acierto de casting, tiene sensibilidad y fuerza, capta la esencia de la adolescencia a la perfección y tiene una química indudable con Morita. Además, la acción se le da magníficamente. De hecho, y aquí viene otra afirmación con la que muchos no estarán de acuerdo, creo que las escenas de acción de El nuevo Karate Kid están entre las mejores de la saga, sobre todo gracias a ella.
Ahora bien, que quede claro que no estoy diciendo que la película sea una obra maestra. Nada más lejos de la realidad. No se puede negar que se pasa de larga, que su argumento es un continuo déjà vu, sus villanos (con el emblemático Michael Ironside a la cabeza) carecen de motivación y que es un intento descarado de seguir sacando beneficio de la gallina de los huevos de oro, a pesar de que años atrás ya había dejado de darlos.
Estaría mintiendo si negara todo esto, pero aun con sus defectos, creo que es una película hecha con cariño y su historia es más centrada, con un guion que tiene más forma y dirección que su predecesora. Seamos sinceros, la saga Karate Kid nunca se diferenció por su sofisticación narrativa, o por la complejidad de sus guiones y personajes. Y en este sentido, El nuevo Karate Kid no se aleja tanto de las anteriores películas. El problema y el motivo por el cual despierta tanto rechazo es que es una entrega que nadie pidió y que abandonaba la historia de Daniel en favor de un nuevo personaje que no le interesaba a nadie.
El tiempo manda y los años han afianzado su reputación como la peor de la saga, la que sobra de la franquicia (sin contar el reboot de 2010 con Jackie Chan y Jaden Smith, de eso hablamos en otra ocasión). A pesar del buen hacer de Swank y Morita y grandes dosis de ternura y entretenimiento, El nuevo Karate Kid fue condenada al ostracismo y hoy en día se mantiene como la peor valorada de la saga (tanto en IMDb como en FilmAffinity es la que tiene la puntuación del público más baja, y la crítica la aniquiló). Pero quizá aquellos que no han vuelto a verla en mucho tiempo se lleven, como yo, una grata sorpresa al revisitarla y comprobar que no es tan mala como la fama que la precede. Y que de hecho es una más que digna sucesora de la original. Diría que El nuevo Karate Kid es un placer culpable, pero en realidad no siento ninguna culpabilidad al decir que me ha gustado más de lo que creía.
Después de la desastrosa Karate Kid III y con lo que me habían dicho de su odiada secuela, me esperaba lo peor, pero su equilibrada fusión de acción, humor e historia coming of age, y sobre todo el fantástico trabajo de Hilary Swank y Pat Morita, me acabaron conquistando a pesar de lo predecible de su historia y el agotamiento de la fórmula. Aunque suponga ir a contracorriente, creo que El nuevo Karate Kid es una película infravalorada. De acuerdo, no es ninguna maravilla, pero no se distancia tanto de la trilogía original como se dice y con la predisposición adecuada es fácil disfrutar de su simpática propuesta en todo su noventero esplendor.
Y así, después de este repaso a la saga Karate Kid y con la cuarta entrega inesperadamente como una de mis favoritas, ya estoy listo para empezar Cobra Kai. Que nadie me moleste en los próximos días, porque estaré muy ocupado en Netflix.
Karate Kid y Karate Kid II están disponibles en Netflix. Karate Kid III y El nuevo Karate Kid se pueden comprar o alquilar en Apple TV o Google Play. Las tres primeras temporadas de Cobra Kai se encuentran en Netflix.