Netflix cancela la tercera temporada de la serie ‘Warrior Nun’

Una joven se despierta en medio de una morgue con superpoderes inexplicables y se ve envuelta en una batalla entre el bien y el mal.
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El pasado 10 de noviembre llegó a Netflix la segunda temporada de la serie de ciencia ficción Warrior Nun. Si bien la primera temporada pasó desapercibida por una gran parte de la audiencia global, el aplazado estreno de esta nueva entrega confirmó que su base de seguidores a nivel global había crecido discretamente hasta culminar con una explosión en visualizaciones trás su primera semana de estreno.

Y es que la popularidad de esta serie creció en un “boca a boca” dentro de la comunidad fandom en el internet, con 27,470,000 millones de horas reproducidas en los primeros días de su estreno, esta serie llegó a superar incluso a la ya emblemática serie Heartstopper, excepto que esta serie de monjas y artes marciales tuvo un total de cero minutos de publicidad oficial por parte de la plataforma. Razones que no fueron suficientes para evitar su cancelación por parte de Netflix.

Mucho puede llegar a decirse de la gran organización de sus fans para lograr metas inimaginables, ya que —afrontémoslo— una trama sobre religiosas con poderes divinos, duelos con espada y máquinas que conducen a otras dimensiones no es precisamente la primera opción para un gran sector de la audiencia. Habría que recordar que muchos de los grandes hits de las plataformas de streaming no cuentan únicamente con su público fiel, sino con un porcentaje importante de “auditorio casual”. Pero también es verdad que el manejo de la ciencia ficción es el gran acierto de esta producción, que logró que todos sus elementos narrativos se conjugaran para obtener un resultado sobresaliente.

La ciencia ficción tiene sus orígenes en la literatura del siglo XIX, donde el término “novela científica” fue usado para denominar a esas emergentes narrativas especulativas que abordaban a la historia natural —antepasada directa de las ciencias naturales. Con el paso de las décadas, el género se asentó de la mano de conceptos científicos cada vez más tangibles en el día a día de la sociedad, por lo que dicha denominación fue ganando terreno en las ficciones que incorporaban aspectos de las nuevas maravillas científicas en su trama.

Con Frankenstein, Mary Shelley creó la piedra fundante de la ciencia ficción, y a su obra se le sumarían Viajes extraordinarios de Jules Verne y La guerra de los mundos de H.G. Wells . Sin embargo, pese a contar con textos de gran reconocimiento ante crítica, academia y lectores, una gran parte de los títulos pertenecientes a este género no tenía más remedio que encontrar refugio en medios de consumo masivo no tan bien recibidos por los cánones literarios, como lo era el follétín. Así, a este género se le unieron otros de similar corte que pronto prosperarían en el gusto de la cultura popular, es por eso que con el paso del tiempo sus raíces se encontraría íntimamente ligadas a las expresiones de las grandes audiencias.

Fueron muchas las esperanzas de progreso las que se depositaron en este género, esperando así la materialización de las promesas de la ciencia a un corto plazo. Pero a medida que la ciencia ficción maduraba también optó por explorar los rasgos más oscuros de la humanidad mediante caminos que no dudaban en cuestionar la ética en la ciencia misma. Sin embargo, esta también usa a su favor sus elementos primarios para formar escenarios de ficción utópica donde tienen cabida diversos planteamientos, tales como romances interplanetarios, fantasías científicas, invenciones tecnológicas y ficciones pseudocientíficas.

Como principal lineamiento, el deber ser de la ciencia ficción intenta apegarse a la razón y ajustarse a las leyes del universo, generalmente mediante preceptos que le dotan de cierta verosimilitud. La definición de ciencia ficción del crítico John Clute la plasma como un género que “aboga por un mundo cambiado”. Así, la razón, el realismo y la reflexión científica conviven en esta nueva realidad que posee familiaridad con la nuestra.

En su enunciación de esta realidad, sus obras no suelen plantear un argumento a favor o en contra de su propia trama, sino que busca el asombro ante lo maravilloso de esta —que bien puede llegar a ser posible. Para el escritor J.G. Ballard la diferenciación primordial recae en que esta es una ficción que se ve inspirada en la ciencia, mientras que la fantasía es ficción inspirada en la ficción, es decir, en su tratamiento de la ficción y la realidad.

Mientras la fantasía contiene elementos tradicionales del imaginario de la mitología y del cuento popular, de folklore y tradiciones religiosas, todo esto puede considerarse relativo a la ficción. Por su parte, la ciencia ficción actúa de manera opuesta, pues su punto de partida radica en el mundo real y todas sus posibilidades. Es por medio de la observación, la problematización, la hipótesis y la experimentación en la narrativa, que nos son reveladas las fronteras de la razón.

Pero esto no significa que la ciencia ficción, pretenda o deba siempre apegarse a las reglas reales y palpables desde nuestro presente. Si bien muchas de las más recientes interpretaciones del género tanto en la gran pantalla grande como en la pantalla chica han prestado relativo detalle al apego de su historia a los conceptos científicos hasta hoy conocidos, lo cierto es, con más frecuencia de la que la industria del entretenimiento está dispuesta a admitir, los relatos de la ciencia ficción continúan extendiéndose mucho más allá de esta tendencia. Esto se debe a que la verdadera esencia de este tipo de narrativa consiste en la pretensión de comprender a fondo el presente de la realidad humana y su futuro en un mundo modificado.

Considerando este punto de partida teórico, Warrior Nun no cuenta la historia de Ava (Alba Baptista), una joven cuadripléjica que permaneció toda su vida confinada en la cama de un orfanato hasta el día de su muerte. Sin embargo, tras la caida de la anterior Monja Guerrera —la hermana Shannon—, el cuerpo de Ava se convierte en el portador del halo sagrado que la traerá de nuevo a la vida. Posteriormente, Ava encontraría su camino junto a la Orden de la Espada Cruciforme para enfrentar a la conspiración responsable de la muerte de Shannon y que pondrá en peligro la misión sagrada de la órden.

Basada en la idea principal del cómic Warrior Nun Areala de Ben Dunn, la historia de la serie se aleja de este y creá una mitología propia, al retomar la premisa de la hermana Areala —la Monja Guerrera original— y su encuentro con el ángel Adriel, quien le otorgaría el halo que le dota de poderes. Este es pasado a una nueva monja tras la muerte de la anterior, pero en esta ocasión la portadora no es una monja entrenada durante toda su vida para la labor, sino una joven no creyente quien murió tras cometer suicidio.

Paralelamente, la organización ArqTech, al mando de la Dra. Salvius, busca completar un instrumento que le permita estabilizar el bastón de Higgs —conocido coloquialmente como la partícula de Dios— para así crear un portal cuántico mediante el uso de divinum —la materia orgánica divina. La teoría detrás de la partícula de Higgs propone la existencia de un campo de energía que impregna todo el espacio, y que al contacto con partículas elementales, estas adquieren masa. De ahí su alegoría con la creación divina que cobra un nuevo sentido en la serie gracias a su propio canon.

Si bien esta historia alude de alguna manera a la teoría del universo quántico —empleada también por Marvel—, lo cierto es que su trama no se centra en este aspecto de su universo, sino en las implicaciones de la conexión entre la ciencia y lo divino. Los cruces de caminos entre la ciencia ficción y la religión ciertamente no son nuevos en el género y sin duda siempre ha despertado incomodidad en ambas partes involucradas.

El hecho es que estas dos corrientes pueden coexistir plenamente dentro de la ciencia ficción, al tiempo que la fe y el escepticismo intelectual forman parte importante de su esencia. De alguna manera la ciencia cuenta con elementos que la pueden llegar a convertir en una religión en ciertos contextos, mientras el credo también busca ser una explicación a las incógnitas de la condición humana.

Las preguntas de interés de este género recaen en la travesía y la búsqueda por los misterios de la vida aun cuando estas preguntas nunca puedan ser respondidas. En palabras de Mohinder Suresh: “¿Por qué estamos aquí? ¿Qué es el alma? ¿Por qué soñamos? Quizá sería mejor que no observáramos nada. No profundizar, no anhelar. Pero esa no es la naturaleza humana. No el corazón humano. No es por eso que estamos aquí”. Y qué mejor escenario para explorar estas preguntas que el nexo entre religión y ciencia.

El investigador Brian Stableford argumenta al respecto que cuando se examina la ciencia ficción se puede encontrar un fuerte interés en ciertos temas e imágenes místicas y trascendentales. Por una parte es posible percibir a la religión como un engaño o una amenaza, pero también se cuenta con el punto de vista ateo fascinado por el contenido filosófico de la religión. El relato más famoso con esta temática se titula “La Respuesta” de Frederic Brown (1954), en la que se interconectan computadoras de muchos planetas y se les pregunta: ¿Existe Dios? Ellas responden: Ahora ya existe.

Fundamentalmente, son tres los aspectos básicos planteados en este tópico: como fuerza social, como verdad bajo prueba y como trascendencia, aunque la mayoría de las narrativas se concentran en los dos primeros tipos. El primero se inspira en el enfrentamiento ideológico de Galileo y la Iglesia, en cuyas narrativas la religión es retratada como un movimiento reaccionario que favorece la ignorancia sobre el conocimiento.

En el segundo caso, la religión se aborda como verdad bajo prueba donde esta hace frente a la realidad, usualmente representada por la ciencia. Y lo cierto es que la religión suele fallar aunque desde su trinchera se niegue tal resolución. A pesar de esto, en ocasiones contadas la religión logra sobrepasar la prueba, como cuando sus ficciones logran descubrir la existencia de Dios en un planeta remoto o en un mundo paralelo al nuestro.

La última acepción en este caso trata sobre la religión como trascendencia, o experiencia más allá del mundo de los sentidos. En este escenario aquello que afirma la religión no puede ser probado pero tampoco negado, mientras los científicos tienen creencias que están más allá del alcance de la prueba científica, por lo que se juega con una cualidad de la fe que desafía los alcances de la razón. Es justamente en esta instancia que se ejemplifica con mayor eficacia el verdadero carácter de la ciencia ficción en su eterno cuestionamiento, al que se le suma la ineludible tarea de buscar la verdad sin perder su alma en el proceso—en el sentido filosófico de la naturaleza humana.

Este género es fácilmente el más maleable de las ficciones especulativas, dado que no existen límites claramente delineados para la ciencia ficción. Su narrativa cumple con la función de abarcar los tiempos, desde un pasado remoto —con una comprensión limitada de la ciencia— hasta el futuro más lejano —donde ya no resulta sencillo reconocer a la humanidad.

Adicionalmente, y tal como lo muestra Warrior Nun, estas verdades universales suelen ser abordadas desde la perspectiva de los sectores marginados de la sociedad, por lo que las miradas hegemónicas se unen a las ideologías altamente cuestionadas en sus historias. Este es el caso de las narrativas queer, que cuentan con una historia de mutualismo con la ciencia ficción, no sólo al examinar la naturaleza y las estructuras de poder entre las diferentes sexualidades en la sociedad, sino que también al explorar las formas en las que se codifica la diversidad sexual dentro de los contextos culturales.

La ciencia ficción y la homosexualidad —posteriormente, la comunidad LBGTIQ+— cuentan con una larga tradición , aunque problemática en sus inicios. Desde su origen, la sexualidad fue un trasfondo de la escritura gótica en los siglos XVIII y XIX, cuyos elementos homoeróticos se vieron reflejados en la narrativa de Frankenstein. Desde nuestra actualidad, la ciencia ficción posmoderna se ha basado en la noción de la sexualidad fluida de la teoría queer para crear mundos en los que las identidades sexuales no son fijas y el comportamiento homosexual pertenece a un espectro más amplio de las sexualidades humanas… y quizás extraterrestres.

Esta subtrama adicional logra que el problema planteado en la confrontación entre ciencia y religión cobre una nueva magnitud, pues las ficciones queer en el género especulativo suelen tener como directriz las reparación simbólica en términos de identidad y comunidad. En gran medida, los personajes principales de esta serie de Netflix se encuentran insertados dentro de esta encrucijada ideológica, por lo que resulta congruente con su desarrollo que estos cuenten con una búsqueda hacia la claridad sobre sus propias identidades y su lugar en el mundo.

De momento, el fandom de Warrior Nun lamenta la cancelación de la serie. Ya no veremos una tercera temporada, después de la larga espera por la segunda, y queda claro que estas interrogantes y temáticas conectaron profundamente con su audiencia, logrando récords de rating para la plataforma.

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