Robot desciende capa de hielo de 800 metros
Un robot ha visitado un singular lago de agua líquida, que, sepultado bajo unos 800 metros de hielo en el punto de descenso, no ha visto la luz del Sol en milenios. El robot ha transmitido imágenes de este fantasmal entorno, que podría parecerse en algunos aspectos al océano atrapado bajo una corteza de hielo en Europa, una luna de Júpiter. Se ha confirmado además que hay vida en el lago.
Cuando el investigador Alberto Behar del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA, en Pasadena, California, se unió a una expedición internacional a la Antártida para explorar ese lago subglacial, en el marco del proyecto WISSARD, se llevó consigo un singular minisubmarino robótico diseñado y financiado por la NASA, con la meta de hacerlo descender en ese lugar ignoto y nunca antes explorado.
Este pequeño robot, con un tamaño y una forma similares a los de un bate de beisbol, está diseñado para alcanzar sitios a los que difícilmente podría llegar un ser humano (o que incluso es imposible), y para hacerlo del modo lo menos invasivo para el lugar visitado. Para su aventura, el minisubmarino robótico MSLED dispuso de sensores químicos hidrológicos y un sistema de captación de imágenes de alta resolución. Las cámaras y los demás instrumentos le permiten al robot acuático caracterizar aspectos de la geología, la hidrología y la química de su entorno.
El lago al que descendió el robot es el Whillans, situado a más de 600 metros (2.000 pies) por debajo del nivel del mar, en la Capa de Hielo de Ross, de la Antártida Occidental, a unos 1.100 kilómetros (unas 700 millas) de la Base McMurdo. En el lago, de unos 50 kilómetros cuadrados (unas 20 millas cuadradas) no entra nada de luz solar. Su temperatura es de medio grado centígrado bajo cero (unos 31 grados Fahrenheit). El lago forma parte de un vasto sistema acuático subglacial que abarca un área similar a la ocupada por el territorio de Estados Unidos en el continente americano.
El equipo del proyecto WISSARD (Whillans Ice Stream Subglacial Access Research Drilling) incluye investigadores de ocho universidades y otras instituciones.
Los expedicionarios usaron herramientas especializadas para extraer muestras intactas de agua del lago y de sus sedimentos del fondo. También inspeccionaron dicho fondo mediante video, y examinaron las propiedades biológicas, químicas y físicas del lago y de sus alrededores.
Vista aérea del lugar donde se hizo la perforación. Viendo el paisaje glacial, es difícil imaginar que a 800 metros bajo la superficie existe un lago de agua líquida. (Foto: Frank Rack, UNL)
El submarino robótico está diseñado para operar a profundidades de hasta 1.200 metros, y su radio de acción en el lago fue de hasta un kilómetro desde el fondo del pozo que fue excavado taladrando en la gruesa corteza de hielo que cubre el lago.
El robot efectuó el trayecto vertical alojado en una especie de ascensor.
El pozo excavado por el equipo de la misión WISSARD, desde la superficie de la corteza de hielo hasta el lago, alcanzó los 800 metros de profundidad (2.600 pies), siendo su diámetro de sólo 50 centímetros (20 pulgadas), tan estrecho como un ataúd.
Para la perforación se usó un taladro especial de agua caliente, fabricado y manejado por un equipo de ingenieros y técnicos dirigido por Frank Rack, de la Universidad de Nebraska, en la ciudad de Lincoln, Estados Unidos. Se usó un sistema de filtros y de rayos ultravioleta germicidas a fin de evitar contaminar desde el exterior el interior del lago, y así poder extraer muestras prístinas del lago para analizarlas con la debida fiabilidad. Hay que tener en cuenta que esos materiales internos han permanecido aislados del contacto directo con la atmósfera del exterior durante muchos miles de años.
El robot fue enviado al pozo también durante su excavación, para ayudar a guiar al equipo en sus operaciones con el taladro. Cuando la perforación alcanzó por fin el lago, los científicos se valieron del robot para contemplar el aspecto de ese exótico lugar, incluyendo el fondo del lago. El robot es capaz de transmitir a la superficie imágenes de alta resolución en tiempo real, así como mediciones de salinidad, temperatura y de otro tipo, a través de cables de fibra óptica.
Los datos suministrados por el robot, que actuó como explorador de avanzadilla, permitieron al equipo de investigación cerciorarse de que el resto de instrumentos de medición de la misión podían ser enviados con la seguridad necesaria al lago. Los científicos de la misión WISSARD pudieron entonces pasar a la siguiente fase: recoger muestras de agua del lago a fin de buscar en ellas posibles formas de vida microbiana autóctona.
El análisis de esas muestras prístinas ha dado sus primeros frutos, y son fascinantes. Se ha confirmado que el agua del lago contiene bacterias vivientes, un hallazgo que podría marcar un antes y un después en la astrobiología, y que puede tener importantes implicaciones para la búsqueda futura de vida en el océano de Europa, la citada luna de Júpiter, así como en masas de agua subglacial de otros mundos. Los astrobiólogos de la misión WISSARD han podido dar el primer vistazo a todo un ecosistema microbiano sepultado bajo esa colosal losa de casi un kilómetro de espesor en la Antártida. La detección de células vivas en las muestras del lago es una demostración rotunda de que algunas formas de vida pueden subsistir en las tinieblas de un lago subglacial aislado del exterior por casi un kilómetro de hielo.
Los científicos trabajarán ahora en identificar los microorganismos encontrados en el lago y averiguar de qué procesos se valen para sobrevivir sin luz solar y a bajas temperaturas.
Conocer a fondo cómo unos seres vivos pueden poblar un lugar tan hostil para la vida tal como la entendemos ayudará a los astrobiólogos a deducir qué potencial para albergar vida puede tener el subsuelo de otros mundos ricos en hielo, e incluso llevar a reescribir algunas páginas de los libros de texto.