Todos los riesgos del futuro mercado de créditos de carbono de la ONU

Los créditos de carbono, o las compensaciones, se producen a partir de proyectos para evitar toneladas de emisiones de dióxido de carbono o para capturar la misma cantidad de la atmósfera.
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Agencias, Ciudad de México.- El mundo está listo para comenzar a construir un mercado internacional de carbono, después de adoptar las reglas relevantes al final de la conferencia sobre el cambio climático de la ONU que tuvo lugar en Glasgow (Escocia) a principios de este mes.

Según el acuerdo de la COP26, dentro de poco los países deberían poder comprar y vender entre sí créditos de carbono certificados por la ONU, y utilizarlos para cumplir los compromisos de reducción de gases de efecto invernadero establecidos en el Acuerdo del Clima de París (Francia).

Pero algunos analistas temen que las nuevas reglas incluyan importantes lagunas que podrían dar la sensación de que las naciones están avanzando más en cuanto las emisiones. Otros advierten de que el acuerdo podría acelerar la creación de créditos de carbono dentro de otros mercados independientes de compensación voluntaria, que a menudo también son criticados por exagerar los beneficios climáticos.

Los créditos de carbono, o las compensaciones, se producen a partir de proyectos para evitar toneladas de emisiones de dióxido de carbono o para capturar la misma cantidad de la atmósfera. Por lo general, se otorgan por prácticas como detener la deforestación, plantar árboles y adoptar ciertas técnicas de gestión del suelo.

Un nuevo organismo supervisor, que debería empezar a reunirse el próximo año, desarrollará métodos definitivos para validar, monitorizar y certificar los proyectos que buscan vender los créditos de carbono acreditados por la ONU. El Acuerdo de Glasgow establecerá un proceso independiente para que los países obtengan créditos para cumplir con sus objetivos del Acuerdo de París cooperando con otras naciones en los proyectos de reducción de las emisiones, como la financiación de plantas de energía renovable en algún otro país.

Los expertos no se ponen de acuerdo a la hora de pronosticar cuán grande será el mercado respaldado por la ONU, sobre lo que harán realmente algunas de las nuevas reglas ni sobre cuánto pueden cambiar los detalles al determinar los métodos definitivos. Pero según la profesora asociada de Ciencias Políticas de la Universidad de Toronto (Canadá) Jessica Green, que estudia la gobernanza climática y los mercados de carbono, este proceso está “construyendo lenta y desordenadamente, pero de forma persistente, la infraestructura para un mayor comercio de carbono como producto básico”.

EE. UU. y la Unión Europea han declarado que no tienen la intención de depender de los créditos de carbono internacionales para lograr sus objetivos de emisiones en virtud del Acuerdo de París. Pero otros países como Canadá, Japón, Nueva Zelanda, Noruega, Corea del Sur y Suiza, según Carbon Brief, han afirmado que aplicarán los créditos de carbono. De hecho, Suiza ya financia algunos proyectos en Perú, Ghana y Tailandia con la esperanza de complementar sus objetivos de París con esas iniciativas.

La mayoría de los analistas elogian, al menos, un logro clave en Glasgow: las reglas evitarán en gran medida la doble contabilidad del progreso climático. Eso significa que dos naciones que comercian con créditos de carbono no pueden aplicar los beneficios climáticos en sus objetivos de París. Solo puede hacerlo la nación que compre el crédito, o que mantenga alguno que ya generó.

Pero algunos expertos temen que todavía pueda haber formas de que ocurra la doble contabilidad.

Los desarrolladores de proyectos de compensación han podido generar y vender créditos de carbono a través de distintos programas voluntarios, como los gestionados por registros como Verra y Gold Standard. Las empresas de petróleo y gas, las aerolíneas y los gigantes tecnológicos están comprando un número cada vez mayor de compensaciones a través de este tipo de programas mientras se esfuerzan por lograr sus objetivos de cero emisiones netas.

Las nuevas reglas de la ONU adoptan un enfoque de no intervención en estos mercados, señala el director de Políticas de la organización sin ánimo de lucro CarbonPlan, Danny Cullenward, que analiza la integridad de los esfuerzos de la eliminación de carbono.

Eso sugiere que los desarrolladores de proyectos en Brasil, por ejemplo, podrían ganar dinero por las compensaciones vendidas a través de los mercados voluntarios, mientras que la propia nación aún podría aplicar esos logros de carbono a su propio progreso en las emisiones bajo los Acuerdos de París. Eso significa que todavía podría haber doble contabilidad entre un país y una empresa, con ambos afirmando que los mismos créditos redujeron sus respectivas emisiones, explica Cullenward.

El presidente de la COP26, Alok Sharma, recibe aplausos tras pronunciar el discurso de clausura de la COP26

Foto: El presidente de la COP26, Alok Sharma, recibe aplausos tras pronunciar el discurso de clausura de la cumbre sobre el cambio climático de la ONU en Glasgow, Escocia. Créditos: Jeff J Mitchell / Getty Images

Otro problema reside en que distintos estudios e investigaciones han descubierto que los programas de compensación voluntaria pueden exagerar los niveles de dióxido de carbono reducidos o eliminados, debido a la variedad de cuestiones de contabilidad. Pero el hecho de que la ONU no vaya a regular estos programas podría aportar libertad al mercado que impulse una mayor demanda de estas compensaciones, estimulando el desarrollo de más proyectos con beneficios climáticos cuestionables.

“Es una luz verde total para la continua expansión de esos mercados”, indica Cullenward.

Algunos analistas piensan que muchas naciones optarán por no aplicar créditos de mercados voluntarios a sus objetivos de París. De manera similar, ciertos mercados probablemente harán una distinción entre los créditos que los países han utilizado o no de esta manera, etiquetando los créditos para indicar su calidad relativa y poniéndoles un precio adecuado.

En un correo electrónico, el profesor titular de la contabilidad del carbono de la Business School de la Universidad de Edimburgo (Escocia) Matthew Brander afirma: “Esperaría que el mercado se moviera en esa dirección a medida que aumente el reconocimiento de que hacen falta ajustes para garantizar la integridad ambiental sobre las afirmaciones de las compensaciones voluntarias”.

El coordinador de investigación para la política climática internacional en el Oeko-Institut (Alemania), Lambert Schneider, señala otro “gran vacío” en un análisis de este mes.

Las nuevas reglas permiten que diferentes países utilicen distintos métodos de contabilidad en diferentes momentos para los créditos de carbono que generan y venden, destaca Schneider, quien formó parte del equipo de la Unión Europea que negoció las reglas sobre el mercado de carbono. Eso también podría llevar a una doble contabilidad. En un escenario que el experto dio como ejemplo, dos países podrían reclamar la mitad de las reducciones de emisiones de un conjunto de créditos de carbono.

Los resultados de cualquiera de los métodos de contabilidad se podrían equilibrar con el tiempo, más o menos, si todas las naciones usaran el mismo método. Pero, en cambio, cada país puede elegir el método que más le beneficie cada vez que informa sobre su progreso, lo que probablemente distorsione el cálculo general del carbono.

“Es un problema delicado”, opina Schneider.

Otra preocupación reside en que las reglas permitirán a las naciones aplicar algunos créditos de un programa anterior de la ONU conocido como Mecanismo de Desarrollo Limpio, autorizado dentro del Protocolo de Kioto (Japón) que entró en vigor en 2005.

Ese sistema emitía Reducciones Certificadas de Emisiones a los gobiernos que financiaban proyectos de energía limpia en otros países, como parques solares y eólicos, por las emisiones que pudieron haber evitado. Fue diseñado para crear un incentivo para que las naciones más ricas financiaran el desarrollo sostenible en las más pobres. Producen créditos de forma continua bajo el supuesto de que, de lo contrario, la electricidad habría sido generada por una instalación contaminante, como una planta de carbón o de gas natural.

Según las reglas aprobadas en Glasgow, los países pueden seguir aplicando los créditos de tales proyectos registrados de 2013 en adelante a su primer conjunto de metas de reducción de emisiones (que en la mayoría de los casos significa para 2030).

El problema consiste en que esos proyectos ya existen. Si un proyecto no logra reducciones de emisiones más allá de lo que hubiera podido sin el programa de créditos de carbono, el programa no genera ningún beneficio climático adicional.

Muchos países han estado desarrollando parques eólicos y solares durante años y sin subsidios de créditos de carbono porque ya son competitivos en costes con las alternativas de combustibles fósiles. De hecho, un reciente informe de trabajo económico analizó más de 1.000 parques eólicos en India y encontró que más de la mitad de las compensaciones del Mecanismo de Desarrollo Limpio se habían destinado a proyectos que probablemente se habrían puesto en marcha de todos modos. Eso se debe a que, en esa misma zona, se construyeron otros proyectos eólicos que no recibieron esa subvención.

Los proyectos del Mecanismo de Desarrollo Limpio podrían producir cientos de millones de créditos, escribió Schneider. Para Cullenward, si estos proyectos generaron beneficios climáticos adicionales y reales cuando se desarrollaron resulta “profundamente cuestionable”, y añade: “Es aún más cuestionable si los generan actualmente”.

Un último temor es que el nuevo mercado de comercio de carbono de la ONU arrastre este tipo de problemas de contabilidad.

De hecho, el lenguaje de las nuevas reglas aconseja al organismo supervisor que revise las metodologías del Mecanismo de Desarrollo Limpio “con miras a aplicarlas con las revisiones apropiadas” y que considere las reglas de los programas de compensación basados en el mercado “como un insumo complementario”. Algunos de estos últimos, especialmente el programa forestal bajo el sistema cap-and-trade de California (EE. UU.), también tienen problemas bien documentados, como informamos anteriormente desde MIT Technology Review y ProPublica.

Algunos grupos afirman que el Acuerdo de Glasgow ofrece un “conjunto sólido de reglas” porque simplemente no cuenta los créditos de carbono dos veces, resalta Green. “Pero eso pasa por alto lo fundamental, que es que hay muchos problemas con la forma en la que se contabiliza en primer lugar”, advierte.

La esperanza es que el nuevo órgano de supervisión examine seria y honestamente los problemas de los programas anteriores y se esfuerce por solucionarlos. El temor es que los incentivos políticos y económicos actúen en contra, ya que las naciones, los contaminadores y los desarrolladores de proyectos buscan generar, comprar y vender créditos que les permitan ganar dinero o justificar su progreso en la lucha contra el cambio climático.

Si el mercado de carbono respaldado por la ONU se construye sobre la inestable base de los programas de compensación anteriores, incluido el suyo propio, replicará y magnificará de manera efectiva los problemas ya conocidos. Eso podría exagerar los avances en cuanto las emisiones, socavaría la credibilidad de los logros del Acuerdo de París y ralentizaría los esfuerzos mundiales para abordar el cambio climático.

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