Un universo de héroes imperfectos: Stan Lee fue un pionero

0
612

Stan Lee, la mente creativa que revolucionó el mundo del cómic y ayudó a generar miles de millones de dólares en Hollywood al darle debilidades humanas a superhéroes como Spider-Man, Los Cuatro Fantásticos y Hulk, falleció el lunes a los 95 años de edad.

Lee fue declarado muerto en el Centro Médico Cedars-Sinai de Los Ángeles, de acuerdo con Kirk Schenck, abogado de la hija de Lee, J.C. Lee.

Pero Stan Lee era mucho más que eso. No es exagerado decir que ayudó a redibujar el mundo de la ficción estadounidense. Y ciertamente se aseguró de que todo el mundo lo supiera.

Desde las cenizas de las viejas revistas y el crudo material radioactivo de la incertidumbre de la posguerra en torno a la ciencia y el poder, Lee convocó — no por sí solo pero sí sin paralelo o par — un universo matizado y autosostenible de héroes imperfectos.

Mientras Updike y Cheever lo hacían en la literatura, y Kubrick, Lumet o Penn en el cine, el padre de Marvel introdujo en el comic estadounidese —que en ese entonces interesaba sobre todo a chicos adolescentes — un panteón de protagonistas profundamente imperfectos que pese a su asombrosa presencia en tantos relatos, eran en muchos sentidos como gente cualquiera.

Estos parias y desadaptados se levantaban con el despertador y salían cada mañana a trabajar, no en una fantasiosa Metrópolis o Gotham, sino en las calles reales de Nueva York y más allá. Para ellos, la lucha era constante — fuera la tarea salvar al mundo, pagar la renta o tratar de llegar a fin de mes como un fotógrafo independiente, un abogado ciego o un motociclista de acrobacias itinerante.

A diferencia de los emblemáticos héroes de DC Comics, muchos de ellos destinados a la grandeza como últimos sobrevivientes de planetas destruidos, realeza amazónica o reyes legítimos del mar, aquellos como el Hombre Araña, los Cuatro Fantásticos, Iron Man, Ghost Rider y el Increíble Hulk compusieron un catálogo de flaquezas humanas — ingenuos que por imprevisión o negligencia chocaron con el tráfico del destino.

Algunos adinerados, algunos de clase trabajadora, todos neuróticos, recibieron poderes por mala suerte o por elecciones dudosas. Sus habilidades eran al mismo tiempo desgracia y bendición. Y a veces era difícil distinguir a los héroes de los villanos. Así como en la vida real.

Esto fue en gran medida gracias a Lee, quien como editor en jefe de Marvel escribió muchos de los libros durante los “Años de Plata” de los comics a principios de los 60. Con una energía aparentemente inagotable y una asombrosa variedad de voces, le infundió personalidad, ambigüedad y una narrativa común a personajes que se volverían entrañables.

“Una de las cosas que tratamos de demostrar en nuestras historias es que nadie es del todo bueno o del todo malo”, Lee escribió en una columna para los números de Marvel de marzo de 1969. “Hasta un supervillano de pacotilla puede tener una cualidad positiva, así como cualquier héroe absoluto puede tener sus chifladuras”.

Resulta difícil sobrestimar lo innovadora que fue esta filosofía en una nación que, con un tono impuesto por las producciones pacatas de Hollywood desde los años 30, había pasado tres décadas posicionando a héroes unidimensionales en el centro de su emergente cultura masiva. Si sumamos los esfuerzos del gobierno de los 50 para demonizar los comics como causantes del deterioro de la mente de la juventud estadounidense y forzar a los editores a limitarse a la papilla de consumo infantil, se tiene una idea de lo que Lee logró a principios de los 60.

De pronto ahí estaba Tony Stark, un genio inventor con problemas paternales (y, eventualmente supimos, un narcisista alcohólico) que enmendó literalmente su corazón roto convirtiéndose en Iron Man. Y Peter Parker, un tímido nerd de secundaria que no tenía idea cómo manejar las extrañas habilidades y cambios hormonales que le confirió la picadura de una araña radioactiva en una excursión escolar. Quién conocía mejor la audiencia a la que se dirigía.

Y Bruce Banner, un científico militar que trató de salvar a alguien de una de sus explosiones de prueba y terminó encerrado en una batalla con su propio superyó furioso y destructor — difícilmente una narrativa incidental en una era en la que la psicoterapia y la autoayuda estaban creciendo vertiginosamente. Y Matt Murdock, cegado en un terrible accidente por desecho irradiado que como Daredevil demostraba cada noche con su precisión de radar que la discapacidad no es necesariamente un destino. Y los X-Men, mutantes y perpetuos forasteros cuya lucha por encontrar un lugar en el mainstream en la Tierra ha sido varias veces comparada con las relaciones raciales, el antisemitismo y el Terror Rojo.

Hasta Steve Rogers, cuyo Capitán América es el más parecido del grupo a Superman, tuvo sus demonios. Era un flaquito rechazado por los reclutadores para la Segunda Guerra Mundial, tan ávido por combatir que se ofreció como conejillo de indias para probar un “suero de supersoldado” que lo convirtió en la máxima máquina luchadora.

Capitán América debutó durante los años de la guerra, cuando Marvel aún se llamaba Timely Comics, pero Lee y su equipo actualizaron la historia para los años 60 dándole a Rogers aún más fantasmas: pasó más de dos décadas congelado tras caer al mar, y despertó en un mundo de grandes cambios, moralmente turbio, que apenas reconoció.

Hubo otra esquina menos notable donde Lee fue de igual modo un pionero. Como editor de Marvel, en una era previa a las computadoras de bolsillo, trabajó incansablemente para desarrollar una relación con su audiencia.

Habló de cosas entre bambalinas y armó un estudio de escritores y artistas medio chiflados que trabajaban en equipo y que harían lo que fuera por conseguir buenas historias. Su columna regular, “Stan’s Soapbox”, le hablaba directamente a los lectores de un modo que presagió el tipo de acceso a celebridades que Twitter, Facebook e Instagram ofrecen hoy.

Muchos sintieron que Lee no le dio suficiente crédito a pioneros del cómic como Jack Kirby y Steve Ditko, quienes trabajaron a su lado en esos primeros años mientras desarrollaba el “Método Marvel” de desarrollo de historias. Muy bien. Pero parte del genio de Lee era su habilidad para ser un maestro del collage.

Como un Bob Dylan o un Gene Roddenberry, Lee tomó hilos culturales — elementos ya en pie en la sociedad — y tejió su propia trama. Aunque su texto fuente era a veces derivado, lo que cosió fue algo nuevo bajo el sol.

Y dentro de su emergente panteón de hombres blancos angustiados, Lee fue a menudo un campeón entusiasta de opiniones progresistas sobre raza y género. El ahora famoso Black Panther (Pantera Negra) debutó en un libro de historietas de Marvel en 1966, convirtiéndose en uno de los primeros superhéroes convencionales de origen africano, aunque apenas en 1973 que le dieran un papel prominente en un comic titulado “Jungle Action”.

“Ninguno de nosotros es tan distinto a los demás. Todos queremos esencialmente las mismas cosas en la vida”, escribió Lee en las páginas de Marvel Comics en febrero de 1980. “Así que por qué no dejamos todos de perder el tiempo odiando a los ‘otros’ tipos. Solo mírese al espejo, señor — ese otro tipo es usted”.

Marvel es ahora una calibrada gigante comercial, con un mundo de mercancía que amplifica sus historias. Ha sido desestimada como narrativa de producción masiva para la era de producción en masa. Pero de algún modo, Lee logra dejar una sensación persistente — un aceite de serpiente, quizás, pero de cualquier modo potente — de que en los cuentos de Marvel, todavía, cualquier cosa puede pasar.

Porque, como Stan Lee sabía antes de que lo supiera el país, aún queremos que nuestros fantásticos superhéroes improbables sean así, como nosotros. O, más prominentemente, queremos creer que nosotros podemos ser como ellos. Y quién sabe qué harán para prevalecer porque, después de todo, ¿quién sabe realmente qué haríamos nosotros? Quizás podamos ser héroes, sí, pero todavía hay que pagar la renta el 15 de cada mes.

Stan Lee
En esta foto del 21 de julio del 2011, Stan Lee posa durante la Comic Con en San Diego. Lee, arquitecto del libro de historietas contemporáneo, murió el lunes 12 de noviembre del 2018. Tenía 95 años. (AP Foto/Matt Sayles, Archivo)

Como el principal escritor de Marvel Comics y posteriormente como editor, Lee era considerado por muchos el arquitecto de los cómics contemporáneos. Revivió a la industria en la década de 1960 al incluir los atuendos y la acción que ansiaban los jóvenes lectores y al mismo tiempo insistir en historias más sofisticadas, diálogo avanzado, sátira, ciencia ficción e incluso filosofía.

Millones acogieron su rara mezcla de fantasía realista, y muchos de sus personajes, incluyendo a Spider-Man, Hulk y los X-Men, se convirtieron en estrellas de Hollywood.

Entre los proyectos recientes que Lee ayudó a convertir en realidad destacan filmes como “Avengers: Infinity War”, “Black Panther” y “Guardianes de la Galaxia” y series de televisión como “Agents of S.H.I.E.L.D” y “Daredevil”. Lee era una figura reconocida entre sus seguidores y llegó a tener cameos en películas de Marvel y proyectos televisivos, con ese cabello cano, lentes y su frase favorita ”¡excelsior!” (excelente).

El astro de Capitán América, Chris Evans lamentó la muerte de Lee en Twitter: “Nunca habrá otro Stan Lee. Por décadas le dio a los jóvenes y a los viejos aventuras, escapadas, confort, confianza, inspiración, fortaleza y alegría. Exudaba amor y amabilidad y dejará una huella indeleble en tantas, tantas vidas. ¡Excelsior!”.

Lee consideraba a los cómics como una forma de arte y su producción fue prolífica. De acuerdo con algunas versiones presentaba un cómic nuevo cada día. “Escribí tantos que ya ni sé. Escribí cientos o miles”, dijo a The Associated Press en 2006.

Su mejor momento fue en la década de 1960, cuando le dio vida a Los Cuatro Fantásticos, Hulk, Spider-Man, Iron Man y numerosos personajes más. “Había algo en el ambiente. Nada me salía mal”, recordó.

Sus héroes distaban mucho de ser buenos y virtuosos, a diferencia del rival de DC Comics, Superman.

Los Cuatro Fantásticos peleaban entre ellos, Spider-Man era incitado para para actuar como superhéroe por su alter ego, Peter Parker, quien se enamoraba sin ser correspondido, tenía problemas con el dinero y caspa. Silver Surfer, un alien condenado a deambular por la atmósfera de la Tierra, se quejaba de la naturaleza mala del hombre. Hulk estaba marcado por la ira, Daredevil era ciego e Iron Man tenía un corazón débil.

“La belleza de los personajes de Stan Lee es que primero que nada eran personajes y después eran súper héroes”, dijo Jeff Kline, productor ejecutivo de la serie animada de “Men in Black” a The Blade of Toledo, Ohio, en 1998.

Algunos de los personajes de Lee se convirtieron en símbolos del cambio social, la agitación interna de Spider-Man representaba al Estados Unidos de la década de 1960, mientras que Black Panther y She-Hulk reflejaban la lucha de las minorías y de las mujeres.

“Me gusta pensar que son cuentos de hadas para adultos”, dijo a AP en 2006. “Todos crecimos con los gigantes, los ogros y las brujas. Luego creces y te vuelves demasiado viejo para los cuentos de hadas. Pero creo que nunca te dejan de gustar esas cosas, van más allá de la edad, son mágicas y muy imaginativas”.

Lee escribió la mayoría de los comics de Marvel durante los 60, incluyendo Avengers y X-Men, dos de los grupos más populares de sus héroes. En 1972 se convirtió editor y director editorial de Marvel y cuatro años después se habían vendido 72 millones de copias de Spider-Man.

“Se volvió nuestro Mickey Mouse”, dijo alguna vez Lee sobre el héroe enmascarado que escala rascacielos.

Lee también publicó varios libros incluyendo “The Superhero Women” en 1977 y “How to Draw Comics the Marvel Way” al año siguiente, cuando fue nombrado editor del año por la organización Periodical and Book Association of America.

CBS convirtió a Hulk en una popular serie de televisión en la que Bill Bixby y Lou Ferrigno interpretaban a este científico convertido en ser salvaje de 1978-82. Una serie de Spider-Man se transmitió brevemente en 1978. Y ambos personajes aparecían también en series animadas.

La primera película de gran presupuesto basada en los personajes de Lee fue “X-Men”, la cual se convirtió en un éxito en el 2000, recaudando más de 130 millones de dólares en cines de Norteamérica. A “Spider-Man” le fue incluso mejor con más de 400 millones en 2002. Tras estas dos cintas surgió un imperio de películas de Marvel, una de las franquicias más lucrativas en la historia del cine en la que la más reciente película de Avengers, “Infinity War”, superó los 2.000 millones de dólares a nivel mundial. En una década las películas del Universo Cinematográfico de Marvel han recaudado más de 17.600 millones de dólares a nivel mundial.

Stanley Martin Lieber nació el 28 de diciembre de 1922 en Nueva York. Comenzó a trabajar en Timely Comics tras graduarse de la secundaria.

A los pocos meses el editor y director de arte renunció dejando a Lee, de entonces 17 años, con el control creativo de la empresa, que creció y cambió de nombre a Atlas Comics y finalmente, Marvel. Lieber también cambió su nombre pensando que el Lee sería usado para “cómics tontos” y su nombre verdadero para novelas. Trabajaba por 50 centavos la página.

Su esposa y cómplice en casi todo, Joan Lee, murió en julio del año pasado, dejándolo vulnerable a personas abusivas que comenzaron a rodearlo mientras él tenía problemas de salud física y mental. En sus últimos meses surgieron demandas, peleas en la corte y una investigación por abuso de personas mayores ante la incertidumbre de quién representaba a Lee.

A Lee le sobrevive su hija, Joanie, y un hermano menor que también trabajó en cómics Larry Lieber.

LEE
En esta iamgen del 16 de abril de 2002, Stan Lee, de 79 años de edad, y creador de comics como “Spider-Man”, “The Incredible Hulk” y los “X-Men,” durante una sesión fotográfica en su oficina de Santa Monica, California. (AP Foto/Reed Saxon, Archivo)
Foto del avatar

Comments are closed.