Usan robots para sacar del ostracismo laboral a personas con movilidad reducida
Desplazándose en un circuito por el que se guía con unos códigos digitales estratégicamente colocados en el suelo, Uhsan se mueve entre las mesas entregando bebidas y saludando con la mano a través de su terminal OriHime-D, un androide de 1,2 metros de altura que le sirve de avatar para desempeñar su trabajo de camarera.
Afectada por una angina de pecho, el robot le da a esta mujer la oportunidad de volver a “salir” a trabajar hasta la capital japonesa desde su hogar en Fukuoka, a más de mil kilómetros de distancia.
Junto a ella, más de 40 personas que padecen enfermedades que van desde la esclerosis lateral amitrófica (ELA) a lesiones medulares, parálisis, miastenia grave u otras afecciones neuronales que los obligan a estar postrados en cama o encerrados en casa por razones que escapan a su control, participan en el proyecto que, en palabras de su impulsor, busca “eliminar la soledad”.
OriHime-D no es un robot controlado por inteligencia artificial. Dotado de una cámara frontal y micrófono, cada androide tiene un operador, apodado “piloto”, que lo maneja desde su vivienda o el hospital con un dispositivo táctil o guiado por la mirada.
Normalmente escucha su voz, pero también existen voces artificiales para aquellos que tienen problemas de habla.
Situado en el barrio tokiota de Nihombashi, donde abrió sus puertas el pasado 21 de junio, Avatar Robot Cafe DAWN ver.ß es la materialización de un concepto que empezó a gestarse hace cinco años y que ha salido adelante gracias a una campaña de micromecenazgo en la que recaudó un 400 % más del presupuesto objetivo.
INTEGRACIÓN SOCIAL Y LABORAL
El establecimiento es un concepto híbrido. Aparte de una cafetería convencional, accesible para usuarios en silla de ruedas, cuenta con un área restaurante en la que toman nota de forma remota varias personas a través de ocho pequeños terminales OriHime.
También pedirle un café o chocolate a un “telebarista” operado en la distancia por un paciente de ELA que solía ejercer la profesión.
Desde Aomori (norte) se conecta Kudo. Dependiente debido a una enfermedad cardíaca causada por el síndrome de Marfan, la japonesa explica el menú, toma nota y charla con los comensales.
Entre ellos está Kusumi Atsumi, una empresaria de 48 años que conoce bien el aislamiento al que pueden verse abocadas estas personas. Su padre tiene una discapacidad y le resulta complicado desarrollar actividades fuera de casa.
DAWN ver.ß “es un proyecto maravilloso, porque probablemente estas personas no habrían imaginado que podían ampliar sus contactos sociales además de trabajar”, dice a Efe Atsumi.
“Al no tener oportunidades de comunicarnos con estas personas, a veces nos da vergüenza, porque no sabemos hasta dónde podemos llegar preguntando por su enfermedad, pero indagar nos permite acercanos a ellas. Eso tal vez les permita integrarse en la sociedad”, dado que habitualmente sus contactos se limitan a su familia, reflexiona.
Michio no trabaja ese día como camarero, sino en uno de los terminales OriHime en un área dedicada a informar sobre el proyecto y donde se pueden alquilar los dispositivos para que otras personas en la lejanía disfruten de una charla o un paseo por la zona.
El japonés, de 36 años, atiende solícito a Efe desde su casa en Hiroshima (oeste). En su caso padeció un trastorno de síntomas somáticos (TSS) que le impedía salir a la calle.
“Últimamente estoy mejor, pero todavía me cuesta estar en lugares donde hay mucha gente”, dice Michio, que ha participado en varios de los locales piloto que condujeron a la apertura de la cafetería.
UNA ÚLTIMA VOLUNTAD
El primero de estos ensayos tuvo lugar en 2018 tras unos meses de paralización por el fallecimiento del primer “piloto”, Yuta Banda.
Aunque Yoshifuji, el responsable de la iniciativa, inició el proyecto tras su experiencia personal por no haber podido asistir al colegio durante tres años y medio, cuando todavía estaba gestando sus planes conoció a Banda, que padecía una mielopatía a raíz de un accidente de coche a los 4 años y llevaba 20 años postrado en cama.
Uniendo fuerzas para lograr una sociedad más inclusiva, empezaron a dar conferencias juntos. Un día bromeando Yoshifuji le dijo a Banda que ya que parecía su secretario podría llevarle un café. “Entonces hazme un cuerpo para ello”, respondió. Esas palabras se convirtieron en el punto de partida de la cafetería DAWN ver.ß.
La repentina muerte de Banda a los 28 años tomó por sorpresa a Yoshifuji, que persiguió la apertura de la cafetería como si de una última voluntad de su compañero se tratara.
Con información de la agencia ‘EFE’